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Restaurante

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El restaurante se encuentra ubicado en un amplio espacio que, en tiempos del primer duque, ocupaban las cocinas, las caballerizas y varios almacenes y que, durante la época que fue habitado por los padres de doña Fina, ya habían sido convertidos en garajes, en su mayor parte.

Es un recinto de 19 metros de ancho por 25 de largo y que, en la parte posterior del patio, lo que hasta su última utilización fue la entrada de vehículos, ha sido asignado a cuatro reservados que dan al patio de 5 x 4 metros cada uno –que se pueden ampliar mediante paneles móviles– con cabida para ocho comensales y a una especie de hall distribuidor, de dos metros de ancho al que se accede por la puerta trasera del palacio y que sirve de entrada independiente tanto al restaurante como a la cafetería.

La sala principal está dividida a lo largo por un espacio que cuatro metros de ancho ocupan los baños –de señoras y caballeros–, la escalera interior de mármol de Carrara, con acceso directo a las plantas superiores donde se encuentran las habitaciones de los huéspedes y que cuenta con un elevador en el hueco. El resto del espacio, hasta la pared norte, la conforma una sala de preparados y emplatado, separada por un cristal transparente, con encimera de acero inoxidable en forma de «U» que cuenta con varias cocinas, microondas, hornos... para dar el último toque a los platos y un montaplatos que sube desde las cocinas, situadas en el sótano. Los restantes 15 x 25 m están dedicados al comedor.

Este comedor esta dividido, a su vez, por un estanque de escasa profundidad de trece metros de largo y uno de ancho, repleto de carpas koi y nenúfares, con un dragón de bronce en la zona más próxima al patio de cuya boca mana el agua. A su alrededor, doce mesas de cuatro comensales, elegantemente decoradas con manteles de lino blancos, bajoplatos de plata, vajilla blanca de fina cerámica, cubertería de acero inoxidable y cristalería transparente, completado por servilletas de color azul plomo. Al centro, discretos centros de tulipanes amarillos. Y en torno a este centro, más mesas de cuatro y ocho comensales. Las sillas de todo el restaurante, diseño Mid Century de Mister Wils, son de terciopelo azul plomo y madera.

Pegado a la pared que linda con la galería norte del patio interior, a ambos lados de las dobles puertas blancas de palillería francesa lacadas en blanco, se sitúa, a la derecha una pequeña barra de bar forrada en capitoné de terciopelo azul plomo con banquetas altas. Y a la izquierda, un punto de espera compuesto por dos sofás blancos con respaldo de madera, en forma de «L» –modelo Conversión diseñado por Giorgio Soressi–, decorados con cojines de raso de colores crudos, a juego con la otomana situada en medio de ellos. Delante, un atril donde el jefe de sala recibe a los clientes. 

Dos puertas del mismo estilo se abren al jardín interior, donde también se sirven comidas, y numerosas ventanas que dan tanto a la calle como al jardín dejan entrar la luz natural bañando de alegría el ambiente.

 

Al igual que en la cafetería, el suelo es de mármol levantino de color beige claro y, el techo, blanco liso con viguería de madera vista, del que cuelgan cinco arañas de cristal con diez brazos, de estilo Mid Century moderno, confeccionadas en hierro blanco y cristal azul, modelo Meerosee, de Lightin.

Las Tulipanes, siguiendo la misma estrategia que en el caso de la cafetería, han subarrendado la explotación del espacio. En este caso, a uno de los souchefs más reconocidos del panorama gastronómico nacional y que, desde la inauguración del hotel, se ha erigido en un referente en un mundo de los chefs con estilo propio.

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